HAIKUS Y OTRAS MIRADAS de César Bianchi



 Del prólogo de Enrique Linares Martí: 






Del prólogo de Enrique Linares Martí

 

 El haiku es la frontera, el límite entre la palabra y el silencio. Más aún, es la mínima expresión donde la palabra intenta casi sin éxito definir el silencio. El silencio contemplativo de un instante que sucede ante el haijin, y que aparentemente no tiene nada que lo defina como asombroso. Es más, el haiku se enmarca entre dos silencios: el del asombro por lo que contemplo, y el posterior de agradecimiento por haber estado atento en ese aquí y ahora.

 

   En estos haikus que nos regala, César busca esa brevedad silenciosa para contar el asombro de lo que le rodea. Es un niño grande que dice lo que observa, lo que escucha o intuye.

 

Llega

la vendedora de jazmines.

Aún no la veo.

 

   Son ojos que han mirado durante mucho tiempo y ahora quieren describir lo que les asombra. Contarlo como lo haría el niño. Incluso cantar si hace falta, porque su haiku entiende mucho de música.

 

Junto al arroyo

el niño sentado en la piedra

escucha el agua.

 

   Solo un niño se da cuenta de lo asombroso que resulta ver que la mariposa lleva el mismo sentido que el agua del río, o que la luna se refleja en su Río de Plata, o que la polvareda de un caballo galopando persigue al jinete, o incluso  ver la parte cómica que nos ofrece una escena:

 

Hachando leña

se pone de sombrero

nido de pájaros.

 

   Todo tiene su asombro para ese niño.

 

En el pesebre,

la estrella de Belén

está sin luz.

 

   Querido lector, los haikus que reúne César en este libro son fruto de la madurez de un caminante. Haikus sencillos, llenos de silencio y contemplación. Pero esa aparente simplicidad conlleva un largo camino: una hondura en lo más hermoso del ser humano. Un haiku es tan pequeño como un charco de lluvia, pero tan profundo como las fosas abisales.

   Hay mucho trecho recorrido por este haijin. Quizás su lo logro ha sido convertirse en el niño que lleva dentro para contarnos lo que en esencia es lo mejor que le ha pasado en la vida.

 

Mi buen amigo.

Apenas un humito

del crematorio.

 

  Dice tanto este haiku. Es uno de los que guardo en una libreta especial. Es un baño de realidad, de sabia realidad.

 

   Alguien me dijo que la vida es un tango. Y César lo canta, lo vive… y lo agradece.

 

Va el caminante

que llora sobre el gris

de la canción.

Oh, tango empecinado

te fundes en mi ser.

 

 

   Gracias César, querido amigo, por tu lección de vida, por tu canción.

 

 

 

Verano de 2019

Enrique Linares Martí

                             

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