ESCRIBIMOS MÁS QUE LEEMOS HAIKUS
ESCRIBIMOS MÁS QUE LEEMOS
HAIKUS
“La Red de Redes
–ese vasto e ignoto www- trajo consigo un espacio ficticio en el que siempre es
presente, luego nada conecta con el
pasado ni con el futuro. En la aceleración de la “hipermodernidad tan
sólo existe el “hic et nunc”: el ahora del clic se absolutiza.”
(Juan Antonio
Fernández Pérez, en la revista Cátedra, nº 6)
Hace
poco llegó a HELA el correo de una persona que ofrecía sus más de 300 haikus
que había escrito para publicarlos en nuestra gaceta. Conversando con ella me
confesó que no había leído ningún libro sobre el tema, que le gustó eso del
poema japonés al leerlos en internet y más o menos había cogido la idea. Le
pareció fácil y se puso a escribir. Con tristeza descubro que igualmente ocurre
lo mismo en los grupos de whatsapp y Facebook que me encuentro. Pocos son los que
dejan de colgar sus haikus y dedican un poco de espacio para hablar de libros y
autores ya publicados. Hay prisa, mucha prisa en dar a conocer los haikus de producción
propia, casi recién salidos del horno, sin el sano ejercicio de dejarlos
tendidos al sol un tiempo para reconocer más tarde en ellos el instante que
vivimos. Importa más la cantidad que la calidad. Hay miedo a que el tiempo nos
olvide. “Hoy en día, las cosas ligadas a
la temporalidad envejecen mucho más rápido que antes.”[1]
Un presente artificial lleno de trampas. Ya no nos acordamos de aquello que dijo Onitsura: “sin autenticidad no hay haiku.”
Más que talleres para aprender a escribir
haiku, deberían organizarse para aprender a saborearlos. La fragilidad del
haiku, su aparente sencillez de escritura es una particularidad que lo hace
especial y a la vez su punto débil.
No sé si decir que nos encontramos en la
adolescencia o en la mayoría de edad después de que naciera El Rincón del Haiku
gracias a Luís Corrales. Tras ese feliz nacimiento fueron surgiendo webs como
Paseos.net de Grego, No-michi de Mar Ordóñez, Asociaciones como Anaku, después
reconvertida en Haikunversaciones, la AGHA Asociación de la Gente del Haiku en
Albacete, y otras que han desaparecido. Y fue la gente de Albacete a la que se
le ocurrió crear un certamen literario de haiku en lengua castellana: Concurso
Internacional de haiku de la Facultad de Derecho de Albacete. Personalmente a
día de hoy lo considero el más prestigioso en lengua castellana. Diez años de
edición que se han ido superando en
calidad.
Gracias a mi posición en la gaceta de Hojas
en la acera que me permite estar en contacto con muchos haijines, os aseguro
que hay muchísimo esfuerzo detrás de todos estos eventos. Actividades llevadas
no por profesionales de ningún tipo, son haijines con ganas de dar a conocer el
pequeño poema japonés. En este pequeño mundo del haiku no solo hemos aprendido
a escribirlo sino a organizar eventos, a ser editores, reporteros, diseñadores
de webs… y todo “por el amor al arte” de saborear los haikus.
En la AGHA saben mucho de esto, no solo
tienen su Concurso, sino que también se metieron en la aventura de organizar
Encuentros.
¿Y todo esto para qué?, me pregunto. Os
confieso que cada vez más desecho esos tres versos que simulan un haiku de los
instantes que se asoman a mis sentidos. Sólo alguno de vez en cuando se salva
de la quema. Me queda mucho aún por aprender…
“No por escribir un haiku, ni siquiera un
buen haiku, somos haijines. Como no por escribir somos escritores. Aquí, en la
sociedad occidental, otorgamos o arrebatamos
con suma ligereza, su valor a las cosas.”[2]
Es tan fácil publicar en estos tiempos, tan
fácil crear un escritor, tan fácil editar, tan fácil escribir un haiku… “El clic es el reino del eterno presente.
Hijo hiperactivo de nuestra cultura, el
clic inaugura la discontinuidad temporal…”[3]
¿Y todo esto para qué? Gracias a la AGHA
aprendí a disfrutar de los haikus de mis amigos. Con ellos aprendí a memorizar
algunos de ellos que se asoman a mi mente en momentos de paz. Y por último
aprendí a seguir rebuscando en el baúl del haiku muchas más cosas que me
asombren.
Escribimos más que leemos haikus. Somos
maestros sin pasar por ser aprendices. Os invito a leer más. Ahí están las
ediciones de estos diez años del Concurso Internacional de haiku de la Facultad
de Derecho de Albacete. Está bien escribir para aprender, pero no para
engordarnos como botijos vacíos, sino para disfrutar de los momentos que
vivimos.
Hace poco me pasaron un vídeo de alguien que
comentaba este concepto japones:
“Ichigo-ichie”, literalmente quiere decir una
vez, una oportunidad. En seguida me vino a la mente el haiku. Un momento,
una oportunidad, una ocasión para vivir una experiencia de asombro. Tener la
paciencia para que eso ocurra es un aprendizaje a saber ver, a saber mirar. A
saber ver lo que se me ofrece delante. Sin prisas por querer narrar. Contemplar
un haiku es una predisposición muy lejana a un “clic” informático. Es un darse
cuenta que formas parte de lo que el haiku está viviendo. Cuando nos demos
cuenta que solo hay una vez, una
oportunidad (Ichigo-ichie), entonces nos asombraremos de nuestro asombro al
escribir esas diecisiete sílabas.
Leer, aprender de lo que escribieron otros,
darse cuenta de la técnica empleada…y ya si eso escribimos nosotros uno con
intención de haiku.
Para
acabar me gustaría resumiros un cuento de Eduardo Galeano sobre maestros y
aprendices:
“Entonces
ocurre la ceremonia de iniciación: el alfarero viejo ofrece al alfarero joven
su pieza mejor. (…) Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla
y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos,
recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.”[4]
Os
invito a leer más libros de haiku para poder escribir uno vuestro.
(Doente 2021)
Enrique
Linares Martí, director de Hojas en la acera
[1] CHUL-HAN
El aroma del tiempo
[2] “¿Es el
haiku verdadero una utopía para el haijin occidental?” de José Antonio Olmedo
López Amor, en el número impreso de Hojas en la acera, nº 9 de junio de 2017.
[3] Juan
Antonio Fernández Pérez, en la revista Cátedra, nº 6
[4] Ventana
sobre la memoria de “las palabras andantes” , de Eduardo Galeano.
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